gastronomía y buena vida

5 de julio de 2017

Regreso a Lakasa, el reino de Cesar Martín...

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Conocimos Lakasa de César Martín hace más de tres años. En ese momento el Madrid gastronómico hablaba del ascenso de este joven cocinero, fogueado en importantes cocinas de la capital y capaz de crear un espacio distinto, reconocible y, por qué no decirlo, en el que daba gusto estar.

El traslado desde Raimundo Fernández Villaverde, 26 a la Plaza del Conquistador Diego de Ordás, 1 (a la altura de Santa Engracia, 120) fue la consecuencia lógica del gran trabajo bien hecho. La nueva ubicación, junto a Ponzano, una de las zonas de moda de Madrid, supuso un reto para César Martín y su equipo. Crecer conlleva riesgos pero hacerlo con un bagaje y el sello de calidad obtenido por el primer Lakasa facilitó el salto. A punto de comenzar el verano, con toda la tarde por delante sin prisa ninguna y todas las ganas del mundo de disfrutar nos acomodamos en la terraza. Esto es lo que sucedió:

Un vistazo a la carta confirma que nada ha cambiado. Corta, con cuatro platos fuera de carta –con precio, algo muy importante- y, excepto el arroz con codorniz, disponible en medias raciones. Se hace complicado no pedir todo.

César aporta mesura, saca el lápiz y nos ofrece arrancar con media de uno de sus fuera de carta: salmorejo con langostinos. Decimos sí a esto y a todo lo demás, claro.


Rico rico el salmorejo, bien fuerte y de extrema cremosidad. Nos habían dividido la media en dos cuenquitos y poco nos faltó para rebañar con el dedo.

Continuamos con el fiambre de callos, otro acierto seguro para abrir boca, que fue acompañado por una copa de manzanilla de Sanlúcar. Mientras la disfrutábamos nos decidimos por el tinto que regaría el resto de la comida: un D.O Gredos de uva garnacha de nombre Eloane.


Sin saberlo, elegimos una referencia muy especial para César Marín, ya que lleva el nombre de su hija. Gran casualidad teniendo en cuenta la importante oferta de vinos de la que dispone el restaurante. Mucho, muy bueno y con precios para todos los bolsillos.

El primer trago de vino coincidió con la llegada de la monumental merluza que se prepara en la cocina de Lakasa. El aroma a brasa se percibió antes de ser colocada sobre la mesa. Acompañada de tomate asado y jugo de ajo, nos dejó maravillados.


Y si la merluza disparó el nivel de la comida, lo que vino después lo mantuvo en lo más alto. Primero, las ya clásicas manitas rellenas de rabo de toro, un plato redondo, con personalidad. Espectacular.


Y segundo, la única ración que sabíamos de antemano que pediríamos: las patatas revolconas según la versión de Adolfo, el jefe de cocina de la casa, natural de Barco de Ávila, donde se han comido desde tiempo inmemorial. Como ya he escrito más de una vez, lo mejor que se puede decir sobre un plato es que está tan bueno como el que se hace en mi casa. Este verano habrá que aparcar torreznos, pulpo y guindillas y probar este acompañamiento: mollejas de ternera, papada y setas.


Embalados como estábamos y finalizado el vino, no hubo más remedio que volver a pedir la carta de vinos para buscar el perfecto compañero para el postre, en este caso un moscatel de la Marina. Fresquito fresquito, acompañó a la imprescindible tabla de quesos franceses y a un buen flan de leche de oveja, dos postres ideales con los que redondear un mediodía insuperable.




-LAKASA

-Ticket medio: 40/50 euros

-Plaza del Descubridor Diego de Ordás, 1, Madrid


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