gastronomía y buena vida

18 de enero de 2017

Valhalla Experience

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Si hay un plan habitual y socorrido para un residente en Madrid es “subir a comer a la Sierra”. Levantarse no muy tarde, coger el coche, ruta por el monte los más deportistas, visita al Monasterio de El Escorial otros, o simplemente un paseo por cualquiera de los pueblos serranos, aperitivo y a comer.

La oferta gastronómica en lugares como Guadarrama, Navacerrada o Miraflores es abundante pero suele seguir una línea tradicional castellana: cuchara, guisos, verduras de la tierra, asados y carne a la brasa. Riquísimo todo pero desconectado de la constante evolución de la cocina.


Sin embargo, en los últimos tiempos el cambio ha llegado también a la Sierra. Los estrella Michelin Montia y El Invernadero de Rodrigo de la Calle (Collado Mediano), La Sopa Boba (Alpedrete) o Torreblanca (Guadarrama) son ejemplo de ello. Conocido y disfrutado Montia, nos llegó el soplo de un restaurante de ese “rollo” ubicado muy cerca de allí, en el vecino municipio de El Escorial. Se llama Valhalla Experience y nos encantó.

Con una web a medio hacer, unas redes sociales no demasiado activas y capacidad para 18 comensales, Valhalla crece con el boca a boca. Así nos llegó a nosotros y con este post continuamos la cadena. Los fieles de El Triclinium disfrutarán aquí, estamos seguros.

La forma en que trabaja Valhalla genera en el cliente una expectación. Llamas, te apuntan el día que quieres ir y si tienen un par de mesas reservadas, abren. La noche del 22 de diciembre nos juntamos 11 personas en cuatro mesas. Fuimos entrando cada 10 minutos aproximadamente, también estrategia de la casa para llevar un orden, algo fundamental cuando de la sala se encarga una persona, ayudada eso sí en momentos puntuales por el chef y jefe del restaurante, Héctor Checa.

El cocinero te recibe con un apretón de mano y un vaso de sidra y durante la cena se encarga de que te enteres no sólo de lo que comes sino también de cómo ha elaborado los platos.

Un vasito con encurtidos te espera en la mesa y un sensacional bloody mary sigue al trago de sidra inicial. Antes, te preguntarán qué menú quieres degustar. Corto (7 platos), intermedio (11) y largo (13). Descartado el corto, optamos por el medio con posibilidad de decidir al final si queremos culminar con los dos platos que lo convierten en largo: callos y degustación de quesos.



A partir de aquí sólo mostramos fotos de los platos y breves apuntes sobre ellos. Por una vez nos resistiremos a desmenuzar cada propuesta, y no por falta de ganas sino por petición de Héctor, que quiere que todos aquellos que visitan su casa experimenten la sorpresa que tuvimos la fortuna de sentir nosotros. Experiencia Valhalla.

-Croqueta ‘entarrada’. Fina fina, y sin el plus calórico de la sartén.



-Dos tipos de papa arrugá francesa (ratte y violeta) con dos salsas (alioli con ajo negro y pesto con anchoas) muy sabrosas pero que no levantan un plato que nos dejó algo fríos, y más con el alto nivel que alcanzan los platos que estaban por venir.


-Combo de verduras y salsifí. En la mesa de al lado vimos a un niño de unos cinco años rebañar el cuenquito. Así preparadas las verduras son menos verduras.


-Bao en formato dim sum. Por dentro, pato laqueado y un aderezo que tú mismo insertarás. Por arriba, decorando y dando aún más sabor, carambola. Hacía mucho que no la comía y su frescura combina genial con este tipo de platos.


-Coca de sardina. Este tipo de platos marinados son una de mis debilidades y de las sardinas de Valhalla habría comido una docena.


-Pulpo con sorprendente acompañamiento.


-Momento ceviche, terminado de preparar en la mesa. Avisa si lo quieres suave… Yo lo quiero siempre fuerte y no salí defraudado.


-Salmonete como no lo habrás comido nunca. La explicación de Héctor aúna técnica y pasión por su oficio. Horas de preparación para conseguir una verdadera obra de arte para la vista y para el gusto.


-Un chupito. Con poco alcohol.


-La presentación del steak tartar va acompañada de un acertijo. ¿Serás capaz de adivinar el ingrediente secreto? Nosotros sí, y sólo con el aroma… Podría ser uno de los mejores que he comido pero le faltaba algún grado más de temperatura.


-Solomillo de conejo. Otra demostración de técnica este evolucionado plato de caza. Soberbia unión con un fruto del mar y varios de la tierra. Plato de bandera.


En este momento los valientes tendrán la oportunidad de dar un paso adelante y culminar la fiesta con los callos y el queso. Sabe Dios que sólo la prudencia que dan los años y las malas experiencias de pasarte cenando hicieron que me contuviera. Paso al postres pues:


-¿Qué es? Los ingredientes de la merienda favorita de millones de niños juntos pero no revueltos. Un pero, que no hubiera más.


Café de cafetera sobre la mesa y bomboncitos para finalizar, sin copa esta vez por tener que conducir y con solo una copa de vino verde portugués propuesto por la casa y que, al igual que el postre, fue una pena que no se pudiera tomar más. Y todo, por menos de 50 euros por persona. Lugar señalado en rojo en nuestro mapa de la Comunidad de Madrid y a vigilar en el futuro.

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