7 de febrero de 2013
Restaurante Los Galayos, no sólo de asados vive el hombre...
Una crónica de @hugoalguacil y @eltriclinium:
El domingo es un día especial en Madrid. Especial, por que está el Rastro, el famoso Cascorro, mítico como sus calles, como sus tenderos y como sus bares añejos. Ese día, 3 de febrero, un avezado amigo, encontró por casualidad los rescoldos del Madrid Fusión, esa reunión en la que los chef más importantes del país y parte del extranjero se cantan las loas y se reblandecen el ego mutuamente.
Pues bien, paralelo al evento, algunos restaurantes de cierto renombre en la capital ofrecían menús a un precio cerrado de 25 euros.
Tras mucho debatir y opinar, nos decidimos por Los Galayos, restaurante situado en la calle Botoneras, a escasos metros de la Plaza Mayor y justo en una zona famosa por la gran cantidad de locales en los que degustar bocadillos de calamares. Aquí, su página web: http://www.losgalayos.net/
El bar, con grandes toldos en la entrada, se presenta como un establecimiento de varias plantas, todo en madera. En el semisótano se encuentran los aseos y una pequeña muestra de la bodega (han colocado las botellas de forma curiosa, para que la gente se haga fotos) tras una cristalera.
Después de las cañas y vinos en la barra, que nunca pueden faltar, nos acompaña una simpatiquísima jefa de sala al lugar de nuestra reserva (concretamente la primera planta). Sin mucha espera pedimos una copa de vino tinto de la casa, que es lo que entraba en el menú.
bodega |
Rápidamente nos colocan los entrantes delante: unas brochetas de langostinos villaroy (rebozados en bechamel y pan, para después freírlos) con salsa de piquillos (os juro que aun busco la salsa, debió de perderse por el camino...), unas verdinas con langostinos (las verdinas, esas alubias tan apreciadas últimamente) que no estaban mal, lo que pasa que estaban mezcladas con alubia blanca comun (eso, o estaban descoloridas), unos torreznos ibéricos, correctos ellos, y la ensaladilla rusa de la casa, que a mí me encanto.
entrantes |
Tras solicitar una botella de vino por nuestra cuenta y riesgo, nos presentan los segundos. Todos cochinillo asado, menos una nota discordante, que pidió merluza con chipironcitos en su tinta, la cual estaba muy buena ya que, posiblemente, el plato no fuera necesario fregarlo para otro uso.
Hacer un cochinillo asado rico en casa no tiene mucho secreto. Basta con contar con un buen género, agua, sal, un tronco de laurel y tener cogido el punto al horno. Si un día sale un poco seco, la próxima vez un punto más de agua. Igual con la sal. Según se vaya volviendo a hacer saldrá mejor. Siguiendo esta premisa y la cantidad de años que llevan en Los Galayos haciendo cochinillo, el resultado debía ser excelente, como así fue.
Cochinillo |
Mesa "El Triclinium" |
El equilibrio entre el crujiente de la piel y la melosidad de la carne hicieron del plato una delicia. Conviene recalcar que la ración era la justa, aunque más de uno hubiera dado buena cuenta de un trocito más.
El menú propuesto por el restaurante incluía, por supuesto, un postre. Dos opciones: tarta de queso o sorbete de manzana. Sólo uno se decantó por el segundo pero todos lo probamos. Suave y fresco, era la opción perfecta para los menos golosos o aquellos que llegaran al final de la comida demasiado llenos, pero puestos a coronar una jornada sin dieta, la tarta era la elección.
Como se puede ver en las fotos, la cuidada presentación hacía aún más apetecible el postre. El plato era una pizarra decorada con azúcar glass y lo que venía encima estaba para chuparse los dedos.
Un detalle importante, una invitación a la segunda copa, tan solo por pulsar Me Gusta, en la pagina de Facebook del sitio.
Tarta de Queso |
¡Nada mal este Restaurante Los Galayos, próximo a todo, tan bien situado! Yo lo dejaría en un notable alto. (8,5)
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