gastronomía y buena vida

29 de marzo de 2017

Casa Pedro. El talento de los hermanos Carcas.

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Visita a Zaragoza. No demasiadas horas pero sí las suficientes para dar una vuelta por el centro, picar algo y comer con tranquilidad. Apenas hubo lugar a la improvisación, llevábamos la ruta bastante clara: la vuelta, por la plaza del Pilar; el picoteo, en El Tubo; y la comida, en Casa Pedro.

Es parada obligada para los que nos gustan las croquetas, que creo que somos todos, La Ternasca (calle Estebánez, 9). Cinco variedades, todas con la ternasco de Aragón como base, a cual más apetecible. Picadillo con queso de cabra, longaniza con cabrales, de madeja y trufa... esta última la más contundente y sólo apta para amantes de la casquería.


Segunda estación: Doña Casta. Repetimos vinos y pincho. Esta vez merece mención la croqueta de gallina y chocolate. Correctas, y convertidas en clásicas por la gran cantidad de barras donde se ofertan, las de boletus y foie y las de rabo de toro.

Teníamos el tiempo justo para otro pincho antes de ir a comer cuando nuestro cicerone maño preguntó: “¿Os habéis comido alguna vez un guardia civil?”. Nunca, gracias a Dios. Pues este iba a ser el día. Caminamos hasta El Lince (Plaza de Santa Marta s/n) para degustar una de las tapas más famosas de la ciudad. El guardia civil es un montado  “sardina rancia marinada” (como se lee en el cartel del local) acompañada por una rodaja de tomate, pimiento y pepinillo. Ofrecen versión no picante pero, obviamente, optamos por la sardina brava y dimos por bueno el paseo.


“Estamos un poco escondidos”, admitieron después de la comida los hermanos Carcas cuando les preguntamos por la ubicación de su restaurante, Casa Pedro (Calle Cadena, 6), cerca del bullicioso Tubo y de la Basílica del Pilar pero fuera del círculo habitual del tapeo zaragozano. Eso no les impide colgar el ‘No hay billetes’ en un lunes festivo en la ciudad. Su fórmula es dejar satisfecho al cliente y en esperar a que lo cuenten. Y que vuelvan.

En Casa Pedro se puede comer a la carta en alguno de sus pequeños salones o de pinchos en la barra. Diferencian, plantean dos conceptos al gusto del comensal y además ofrecen un menú degustación por 40 euros (bebidas aparte). Tentados estuvimos pero finalmente decidimos pedir a la carta:

Arrancamos con un extraordinario tataki sobre una base de algas y ajoblanco de manzana. Fino e impecablemente presentado, algo que se repitió durante toda la comida.


De ponerse de pie las dos tostas incluidas en la carta. Sardina ahumada con crema de queso, aceituna negra y compota de tomate, una, y anguila ahumada, crema de foie y manzana caramelizada la otra. Los canelones son uno de los platos esenciales de Casa Pedro. Elaborados con pintada, trompeta negra y salsa de boletus, merecen su fama y pedir dos raciones, como hicimos nosotros.



Antes de los principales otra sorpresa. La tortilla con chipirones y su tinta. Muy jugosa, con el punto salado y marino de la tinta. Una​ muestra de esa vena tradicional que quiere mantener esta casa. 


Pescado y carne para finalizar. Merluza asada con un pil pil arrebatador y camarones, bautizada por mi amigo Juan Diego Madueño al ver la foto en Instagram como “la procesión de la gamba” (no me negaran que no es acertada la comparación), y entrecot fileteado ‘estropeado’ al ser pedido al punto para satisfacer a todos los comensales.



Casa Pedro ofrecía durante nuestra visita  a su ya de por sí apetitosa carta de postres una propuesta muy especial. Coincidiendo con la emisión de Top Chef, 23 establecimientos de varias partes de España fueron escogidos para preparar y servir la creación del jurado del programa: Alberto Chicote, Paco Roncero y Susi Díaz. Había que pedirlo, ¿no?


El ‘capricho de Top Chef’ es un financier de frambuesas acompañado de yogur de azahar y naranja y bañado con un chocolate picante, crema de fruta de la pasión y todo ello cocinado con aceite de oliva virgen extra. El restaurante lo acompaña con una copita de moscatel. Pedimos además el tiramisú y la torrija. Lío gordo en el sprint final.



Elegimos para acompañar la comida un vino de la tierra, Garnacha centenaria, bastante mejor sin duda alguna que los ‘riojas’ y ‘riberas’ que tomamos durante la ruta de pinchos previa. Muy amena la charla con los hermanos Carcas durante los cafés (rico rico también). Tienen los pies en la tierra pero no renuncian a todo lo que les puede venir. Quizá tardemos en volver a Zaragoza pero seguro que Casa Pedro volverá a ser nuestro restaurante.

-CASA PEDRO. 

-Ticket medio: 35/40 euros


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